Vaya por delante que este post no pretende ser una reseña del libro #Lidertarios, ni un resumen de su contenido. Para saber lo que cuentan Fernando y Juan Luis Polo, lo mejor es leerlo, que es muy ameno, muy claro y de lectura fácil. Si te interesa conocer un modelo empresarial diferente, que además funciona, te gustará y aprenderás. Y ahora vamos con mi reflexión personal, que es de lo que pretende ir este post.
De una forma u otra, las personas han sido uno de los temas a los que siempre le he estado dando vueltas.
De pequeña ya pasaba largos ratos observando a las personas: las conversaciones de los mayores y sus formas de actuar, los comportamientos de los niños de mi edad o de otras. Si eran conocidos, procuraba aprender, recopilar información, decidir qué me gustaba de lo que veía y qué no y tomar nota para el futuro. Si no los conocía, intentaba adivinar cómo serían, qué vidas llevarían, qué relación tendrían con los que les acompañaban.
Después me empecé a preguntar por qué somos como somos, por qué cada uno es diferente de los demás, qué hace que nos comportemos como lo hacemos, por qué hay buenas personas y gente a la que no le preocupa nada ni nadie. Y más. Me preguntaba cómo aprendemos, de dónde viene el talento, por qué a unos se les dan mejor que a otros ciertos temas, cómo funciona la memoria, cómo percibimos y procesamos la información.
Y entonces decidí estudiar Psicología. Creo que desde el principio sabía que no acabaría ejerciendo, pero tenía que resolver todas esas dudas, necesitaba saber más de las personas. De entre todo lo que aprendí, que fue mucho y útil, una de las áreas que más me interesó fue la psicología de los grupos. Intentar entender cómo se relacionan las personas entre sí, por qué unas se entienden mejor con otras, cómo adoptan diferentes roles. Y cómo los grupos crean una identidad colectiva y funcionan, a su vez, como entes con vida propia que se relacionan con otros grupos.
Desde que empecé a trabajar, hace ya unos cuantos años, las personas son el centro de mi día a día. Intento conocer y entender a la gente para la que trabajo -que no son otros que los clientes que pagan mi nómina- para que lo que hago tenga sentido. Intento conocer y entender a compañeros y jefes, porque tratando a las personas como personas se hace mucho más fácil pasar tantas horas juntos. Intento poner siempre a mi equipo en primer lugar, ser consciente de quiénes son y cómo están y actuar buscando lo mejor para ellos y para la empresa. Creo que es la forma correcta de enfocarlo, pero igualmente no sabría hacerlo de otra manera, y me cuesta entender a quienes no lo ven así.
Las familias, los grupos de amigos, la comunidades de vecinos, la afición de un equipo de fútbol, los partidos políticos, las oenegés… todos formamos parte de muchos grupos de personas, con sus puntos en común y sus individualidades.
Y las personas son también las que hacen las empresas, desde los fundadores hasta la última en incorporarse al equipo, desde el que más manda hasta el que menos responsabilidad tiene. Personas con sus aptitudes y sus actitudes. Y, como comentaban Fernando y Juan Luis en la presentación del libro, la clave está en dar con personas buenas -que tengan las habilidades que se necesitan para el proyecto- y buenas personas -capaces de poner a otras personas, en este caso al resto del equipo, siempre en el centro de todo lo que hacen-.
Por todo esto, me encanta el modelo que proponen en #Lidertarios. No es fácil hacer funcionar una empresa así. Por sencillo e idílico que parezca al leer el libro, es realmente complicado conseguir un equipo tan grande que comparta a muerte esos valores y que actúe en consecuencia. Trabajar prácticamente sin jefes no es un chollo, implica una responsabilidad, tanto para mantener el nivel de resultados en tu trabajo como para no permitir que tus compañeros no estén a la altura, que no todo el mundo quiere ni es capaz de asumir. Confiar y delegar al máximo tampoco es fácil, y menos cuando te juegas el proyecto de vida de tu familia y el sueldo de mucha gente.
Poner a las personas primero, y a tu equipo por delante de cualquiera. Fomentar la libertad de acción, la responsabilidad individual. Incentivar que se cuestione cualquier dogma, animar a equivocarse, a tomar riesgos. Crear una cultura que está presente desde los procesos de selección hasta la vida personal de cada uno de los miembros del equipo, llenar el día a día de ese cariño que tanto se menciona en el libro. Y conseguir resultados, unos resultados excelentes que sirven para dar servicio a un gran número de clientes, y para mantener a un buen número de familias. No, no suena fácil. Así que mi admiración para la cultura de Territorio creativo y para cada una de las personas que forman su equipo, y mi enorme respeto al trabajo de Juan Luis y de Fernando para hacerlo posible.
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