La RAE define deshumanizar como privar de caracteres humanos. Wikipedia explica que la deshumanización es un proceso mediante el cual una persona o un grupo de personas pierden o son despojados de sus características humanas, y que está muy relacionada con los sistemas de dominación y poder y con la manipulación de la cultura de masas.
En este contexto, entiendo deshumanizar como generar un ‘los otros’ que engloba a todos los que no son como nosotros y convertirlo en un ente que actúa por sí mismo, como si tuviera vida propia. Todos y cada uno de los miembros que forman ese ente dejan de ser personas individuales desde el momento en el que pasan a formar parte de los otros; a partir de ese momento, sólo son eso, los otros, ellos.
Los criterios para meter a alguien en ese grupo pueden ser de lo más variado. Los otros pueden ser los que tienen otras ideas, los que apoyan otra opción política, los que votan a otro partido; o los que son de otra raza, concreta o de cualquiera que no sea la nuestra; o los que nacieron en otro sitio, ya sea en otro continente, en otro país, en otra ciudad o en el pueblo de al lado; o los que practican otra religión, o alguna religión, o creen en otro dios, o en algún dios, o en ningún dios; o los que tienen otra orientación sexual, u otro género, o los que forman otro tipo de familia, o los que viven de una forma diferente; o simplemente los aficionados del equipo rival. O, incluso, cualquiera que alguno de nosotros consideremos como parte de ese grupo, porque nuestro criterio es infalible: no importa cómo se defina cada uno, lo importante es cómo lo definimos nosotros.
Porque enfrente de esos otros, siempre hay un ‘nosotros’. Nosotros somos los que estamos en posesión de la verdad, los que tenemos la legitimidad, las buenas intenciones, la ética y la moral absolutas; ellos se inventan una realidad paralela para convencer a la gente de cosas que no son verdad, sus intenciones son siempre malas, perversas. Nosotros hacemos las cosas bien, siempre, no cometemos errores y, si los cometemos, están justificados por nuestra causa común, que es el bien absoluto; ellos viven pensando artimañas para hacernos daño o para aprovecharse de nosotros. Porque nosotros somos mejores, somos los buenos; ellos son el enemigo que no merece ninguna compasión ni miramiento, porque son intrínsecamente malos.
Entre nosotros no hay ovejas negras, todos somos igual de buenos y cualquier fallo que podamos tener seguro que tiene una justificación. Entre ellos no hay ni uno bueno, porque no hay unos, no son personas individuales, con sus virtudes y sus defectos. Porque si nosotros los viéramos como personas ya no serían ellos, los otros, todos iguales, igual de malos. Si viésemos sus aciertos, sus motivos, sus intenciones, sus realidades; si los viésemos como padres que quieren lo mejor para sus hijos, como hijos que respetan a sus padres, como hermanos, como amigos, como vecinos… entonces dejarían de ser todos iguales, dejarían de ser todos tan malos, dejaría de existir ese los otros.
Pero preferimos vivir así, con alguien a quien enfrentarnos, a quien odiar, a quien despreciar; pero que no sea un alguien concreto, que entonces es más difícil, sino más bien un algo sobre el que canalizar nuestros miedos, nuestras frustraciones, nuestros odios.
Es de primero de psicología de los grupos: si quieres cohesionar a un conjunto de individuos, grande o pequeño, búscales un enemigo común y pónselo enfrente, dales alguien a quien enfrentarse y dejarán de enfrentarse entre ellos. Y, lo que es más importante, se unirán alrededor de la causa que decidas mostrarles como la opuesta a ese gran enemigo.
Piénsalo y verás que formas parte de unos cuantos nosotros, y de unos cuantos ellos. Piensa en cómo has llegado a formar parte de cada uno de esos nosotros, porque igual no ha sido tan espontáneo o tan libremente escogido como te parece. Piensa en cómo te sientes cuando alguien te mete en un ellos con el que no te identificas, y piensa en todas las veces que tú has hecho eso mismo con otros. Piensa en que tus nosotros son los ellos de otros, y que están tan convencidos de estar en el lado bueno como lo estás tú. Y piensa, sobre todo, que dentro de cada ellos hay un montón de personas, cada una con sus razones, con sus circunstancias y, en la mayoría de los casos, con su buena intención y su convencimiento; personas como tú, ni más ni menos.
Todos tenemos la obligación de poner de nuestra parte para humanizar un poco el mundo, de mirar más allá y reconocer a cada una de las personas que hay en nuestros ellos. Es complicado, los instintos y la indignación suelen ser más fuertes que la razón, pero, si no lo hacemos, estaremos contribuyendo a lo contrario, a que cada día haya un poco menos de humanidad. Y eso, aparte de muy peligroso, no es bueno para nadie.
Nota: Si quieres entender un poco mejor las consecuencias de la deshumanización, a mí me hizo pensar mucho una conversación en Twitter entre Arturo Pérez Reverte, Gervasio Sánchez y Ramón Lobo en la que hablaban de su experiencia como reporteros de guerra, especialmente en la de los Balcanes (puedes leerla en este enlace, el único que he encontrado que recopile la conversación completa, o buscarla directamente en Twitter). La conversación es del 24 de marzo de 2013, pero aún recuerdo las sensaciones que tuve aquella tarde, mientras iba leyendo sus vivencias sobre la miseria de la guerra. Para que unas personas puedan cometer esas barbaridades sobre otras personas es imprescindible que dejen de verlas como personas. Si la deshumanización puede llevar hasta eso, ¿no es mejor que no empecemos ese camino?